Oiga mozo, ¿y no sería más fácil que en
lugar de intentar meter mi baúl en el camarote, metiera mi camarote dentro del
baúl? (Groucho Marx)
Una de las grandes sorpresas que me he llevado en
mi trabajo de ocio dirigido a colectivos en procesos de inclusión social tiene
que ver con lo difícil que se nos hace ponernos a jugar cuando somos personas
adultas. De alguna manera, identificamos la palabra “juego” con la infancia y
con “actitudes infantiles”. Sin embargo, “el juego” es una herramienta
educativa de gran valor y de mucha utilidad en los procesos de inserción
social, una herramienta que, además, puede resultar muy barata en estos
momentos de crisis económica. Vamos, que no hay excusas!!!
No voy a negar que siempre me resulta muy
complicado poner a jugar a personas adultas en procesos de inserción social. No
solo es cuestión de motivar sino también de superar prejuicios sobre lo que
significa jugar, superar vergüenzas, falta de confianza y miedos. El esfuerzo
para animar a jugar siempre es grande pero una vez que logras superar estas
reticencias (no solo las de las personas con las que trabajamos sino también,
muchas veces, nuestras propias reticencias, las de las personas educadoras) los
resultados son verdaderamente sorprendentes. Resulta realmente curioso ver la
evolución que tienen, lo bien que se lo pasan y, a partir de ese momento, su
gran predisposición para otros momentos “de juego”
Es bastante común que la vida de las personas en
procesos de inserción social esté llena de momentos, etapas y procesos -de muy
diferente tipo- serios e importantes. No niego, ni mucho menos, la importancia
de estos procesos. Pero si animo a que los aderecemos con otro tipo de
procesos, con otro tipo de vivencias como las que tienen que ver con lo lúdico.
Veremos que los avances son mayores y, además, mucho más gratificantes!!!
A través del juego podemos facilitar la
creatividad, ayudar en la inclusión, transmitir valores, ganar en coordinación,
reírnos, disfrutar, socializarnos, relajarnos, cambiar de roles, liberarnos,
reducir el estrés, ser diferentes, superar la timidez, encontrar nuestra
identidad, trabajar la memoria, aceptar los diferentes ritmos de los demás,
trabajar en equipo, resolver conflictos, recuperar nuestro cuerpo –volver a
contactarnos con él-, romper prejuicios, analizar las relaciones de género,
entretenernos, pasarlo bien… Eso si, es necesario tomarnos muy en
serio el tema de jugar, en el sentido de prepararlo, de adaptarlo a las
personas que van a participar, a sus circunstancias y necesidades, de hacerlo
atractivo, divertido e interesante.
En mi caso he trabajado mucho con el juego del
teatro, con el juego clown, con juegos de baile (tipo el programa de Fama A
Bailar), con los juegos cooperativos, con los juegos circenses, incluso con los
muchos y buenos juegos participativos e interactivos que ahora nos ofrecen las
nuevas tecnologías tipo wii o play station… también con los juegos de mesa
aunque debo señalar que, bajo mi manera de ver, abusamos mucho de estos juegos,
sobre todo de los tradicionales como parchís, ajedrez, cartas…, lo que provoca
que, en bastantes casos, acaben siendo rechazados por las personas en procesos
de inserción social al provocarles aburrimiento.
Estoy convencido que si hay un elemento que
tenemos que recuperar, dentro de las experiencias de ocio y tiempo libre
dirigidas a la inclusión social de diferentes personas y colectivos, es el
juego. Es necesario utilizar su potencial, recuperar su valor, pero sobre todo
es necesario jugar, disfrutar del juego sin olvidarnos que nuestra sociedad
apresurada (algo de lo que tampoco se libran los procesos de educación social)
ha olvidado jugar, ha dejado de jugar y ha ido poniendo diferentes barreras al
juego olvidando su valor educativo y los grandes beneficios que aporta.
P. D. No quiero dejar de recomendar una
experiencia realmente interesante y valiosa como es la de Trukeme (Juegos Cooperativos) http://www.trukeme.org/