En la introducción de “El Libro de los Abrazos” de Eduardo
Galeano se dice lo siguiente: “Recordar -del latín recordis- significa volver a
pasar por el corazón”. Tras unos meses desde mi regreso de Colombia siento la
necesidad de escribir sobre este maravilloso país y sus gentes.
sábado, 1 de febrero de 2014
sábado, 11 de enero de 2014
Una mirada a la luz...
El
final del camino se produjo en la sombra... En la sombra de la noche del 4 de enero, en la
sombra del invierno, en la sombra del agua fría de una ría que se lo llevo en
un desgraciado accidente. Como en otras ocasiones su final llego a los periódicos en forma de
breve noticia que anunciaba el fallecimiento por ahogamiento en la ría de Bilbao de un joven marroquí. Junto a la noticia podías leer decenas
de comentarios que mostraban las sombras de nuestra sociedad.
Érase
una vez la historia de un joven que vivía en la sombra. Porque en la sombra
viven todos aquellos que no interesan, molestan, dan miedo, son marginados...
Llego a España en la sombra de los bajos de un camión, con la sombra de la
sospecha que nuestra sociedad pone sobre todas aquellas personas que vienen de
determinados países.
Nada
más llegar, con esa enorme juventud de 16 años, pudo aprender las duras sombras
en forma de muros y dificultades que iba a tener para salir adelante en este país.
No importó, y si lo hizo no le echó para atrás. Pronto también descubrió que
para que haya sombras tiene que haber luz, que las sombras nacen de la luz y
que él, de luz, estaba sobrado.
Y su
luz fue su enorme sonrisa, su luz fue su mirada limpia, su actitud de escucha,
su respeto, su esfuerzo por aprender y mejorar, su capacidad de trabajo. Su luz
fue ser una buena persona porque las buenas personas no tienen nacionalidad y
la luz no tiene fronteras. Era una persona tímida, introvertida, a la que no gustaba hablar mucho. Le gustaba escuchar historias, reir, los abrazos y soñaba con poder salir adelante, mejorar su vida, ayudar a los suyos. Tenía cinco hermanos, una madre enferma a la que extrañaba mucho y un padre al que siempre recordaba tras haber muerto a mediados de 2012. Se llamaba Lahcen y parecía tener más edad de la que realmente tenía.
Lahcen era de Tanger, era musulman, estudiaba un PCPI en Otxarkoaga y metía muchas horas extras para seguir mejorando y aprendiendo. En España conoció el amor...
Tres
días después de aquel fatídico 4 de enero muchos nos juntamos para recordarle. Éramos muchos, y éramos de
acá y de allá... Todos sentíamos la sombra del dolor, por su pérdida, por su falta... Pero
todos sentíamos el agradecimiento por su luz, por haber caminado con él, por
haberle conocido. Lahcen Kessi fue un regalo para todos nosotros, por su enorme corazón, por su coraje, por ser un tío grande y por haber sido capaz de derrotar a las sombras!!!
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